Comentarios de Educación de pacientes y apoyo a la autogestión

¿Qué sabemos?

Hasta la fecha, no hay una definición de referencia universalmente aceptada de autogestión. Más bien, se usan varios términos, a veces incluso se intercambian, dependiendo del contexto y del tema central de que se trate. Aunque, en general, intentan describir un fenómeno similar, los términos implican ir variando las especificaciones en relación con los atributos, los roles o las responsabilidades tanto de las personas que padecen enfermedades crónicas como de los profesionales sanitarios. Adams, Grenier y Corrigan (5, p.57) definen la autogestión como las “tareas que un individuo debe llevar a cabo para vivir bien con una o más enfermedades crónicas. Estas tareas incluyen adquirir confianza para encargarse de la gestión médica, la gestión social y la gestión emocional”.

Esta definición interpreta la autogestión como comportamientos, pero incluye la noción de confianza y supone que el paciente se haga cargo de la gestión clínica, de la gestión del aspecto social y del emocional. A partir de esta definición, una persona que participa en la autogestión:

Esta definición de autogestión muestra claramente que se centra en la persona que sufre enfermedades crónicas, e introduce además el concepto de apoyo a la autogestión, que especifica qué pueden hacer los profesionales de la salud para fomentar la autogestión. El apoyo a la autogestión se define como el ofrecimiento sistemático de formación y de intervenciones de apoyo por parte del personal sanitario para aumentar las capacidades y la confianza de los pacientes a la hora de gestionar sus problemas de salud, lo que incluye la valoración regular de los progresos y los problemas, la fijación de objetivos y el apoyo en la resolución de problemas (p.57).

Al entender la autogestión como los comportamientos y la confianza para encargarse de la gestión de los aspectos médicos, de ámbito social y emocionales y al utilizar el término “apoyo a la autogestión” para describir lo que pueden hacer los profesionales de la salud para facilitarla, Adams et al. (5) han aportado una mayor claridad al asunto.

Otro factor que apoya la decisión de utilizar esta definición de autogestión es que es coherente con el concepto de apoyo a la autogestión recogido en el Modelo de Atención a Pacientes Crónicos (7) (capítulo 4).

Este modelo abarca dos ámbitos que se solapan, la comunidad y el sistema sanitario, y cuenta con el apoyo a la autogestión como uno de los cuatro componentes esenciales del sistema sanitario (3). El concepto de “autogestión / desarrollo de capacidades personales” se refiere no solo al apoyo a la autogestión a la hora de afrontar una enfermedad, sino también al desarrollo de capacidades personales para la salud y el bienestar (8).

Finalmente, el modelo plantea que cuando los pacientes informados y activos interactúan con un equipo médico preparado y proactivo se obtienen mejores resultados tanto funcionales como clínicos. Para fomentar estos resultados, las autoridades sanitarias ofrecen aportaciones para reforzar y maximizar la eficacia de cada componente, incluso el apoyo a la autogestión.

Diferencia entre educación del paciente y educación para la autogestión

Tradicionalmente, la educación del paciente se ha centrado en ofrecer información específica de una enfermedad, enseñar unas capacidades relacionadas con una enfermedad concreta (p.ej. cómo controlar los niveles de glucosa y cómo administrar los medicamentos para el asma), y elaborar un plan de contingencia (es decir, qué hacer si produce una situación determinada).  La autogestión se centra más en enseñar unas capacidades generales que los pacientes podrían utilizar para gestionar su enfermedad, y que supone aprender a resolver los problemas, utilizar los recursos comunitarios de forma eficaz, trabajar con el equipo sanitario que le corresponda e iniciar nuevos comportamientos. Bodenheimer, Lorig, Holman y Grumbach (3) han señalado las principales diferencias entre la educación de los pacientes y la educación para la autogestión:

Sin embargo, ambas actividades son esenciales para ayudar a los pacientes a ser más independientes y alcanzar una mejor calidad de vida. Aunque es necesaria, la educación tradicional del paciente para una enfermedad concreta no suele ser suficiente para que las personas puedan gestionar la atención sanitaria para enfermedades crónicas durante toda su vida (9-12).

No obstante, es importante destacar que los enfoques modernos de la educación del paciente, especialmente fuera del mundo angloparlante, son prácticamente imposibles de distinguir de la autogestión. Esto, y el riesgo de confusión generado por la aparición de nuevos términos, se ve reflejado en la creación expresiones tales como “educación terapéutica del paciente”, que la OMS define como un conjunto de actividades estructuradas que implica “ayudar al paciente y a su familia a adquirir conocimientos y destrezas relacionadas con la enfermedad y su tratamiento, con el fin de poder colaborar mejor con los cuidadores y mejorar su calidad de vida” (13). Aunque aumentar el conocimiento es un aspecto importante de este enfoque, su objetivo principal es aumentar la conciencia de los aspectos a los que se enfrentan los pacientes y que deben gestionar, y motivarlos para que incorporen comportamientos de autogestión y autoasistencia en su vida cotidiana, a la vez que se trata su resistencia al cambio y la ambivalencia y se les anima a trabajar con profesionales de la salud como compañeros y formadores.  Se ha demostrado que la educación terapéutica del paciente puede redundar en una serie de beneficios para él, entre los que se encuentran una mejor calidad de vida, una mayor adhesión del paciente a la terapia, una disminución de las complicaciones, un descenso de la ansiedad y la disminución del número de situaciones agudas de emergencia (14). En cualquier caso, se ha demostrado claramente que utilizar estrategias de comportamiento que enseñen a fijar objetivos de forma autodirigida, a crear planes de acción, a resolver problemas, a enfrentarse a la enfermedad de forma saludable, a gestionar el estrés, a practicar el autocontrol y a desarrollar la capacidad para aprovechar los recursos comunitarios mejora los resultados (10, 15). También hay estudios que prueban que utilizar más de una de estas estrategias aumenta la eficacia del programa (12, 15, 16, 17).

La experiencia demuestra con creces que el mejor tipo de educación para los pacientes que sufren enfermedades crónicas debería incluir los aspectos siguientes: a) educación específica de la enfermedad, b) habilidades generales de gestión (por ejemplo, resolución de problemas, búsqueda y utilización de recursos, trabajo con un equipo de atención médica), c) uso de estrategias que aumenten la confianza de los pacientes (por ejemplo, la autoeficacia) en su capacidad para adoptar la actitud necesaria para gestionar su enfermedad diariamente, y d) modelos adecuados a seguir para sus compañeros y redes de apoyo que ayuden en la iniciación y el mantenimiento de los cambios de comportamiento deseados.

Ofrecer el apoyo para la autogestión

El apoyo a la autogestión se puede realizar de 1 a 1, entre el paciente y el profesional de la salud, o bien en grupos dirigidos, ya sea por médicos o por personas no especialistas. Estas actividades podrían realizarse en persona o a través de tecnologías interactivas basadas en webs.

En los últimos años, la tarea principal de la gestión de la enfermedad crónica que una persona padece se ha traspasado al paciente; sin embargo, los profesionales de la salud siguen teniendo la mayor parte de responsabilidad, ya que pueden utilizar su experiencia para informar, motivar y ayudar a los pacientes a la hora de autogestionar su enfermedad.

Las intervenciones de autogestión se aplican en una gran variedad de contextos; según Barlow et al. (18), los lugares en los que los profesionales sanitarios suelen aplicar programas son los entornos clínicos (p.ej., hospitales). En la actualidad se está dando mucha importancia a que los profesionales de la salud ofrezcan apoyo a la autogestión y utilicen técnicas conductuales durante las visitas médicas rutinarias para mejorar las capacidades de los pacientes para autogestionarse de modo eficaz.

Apoyo a la autogestión por parte de los profesionales de la salud

Las 5 Aes

El principio de las 5 Aes (19) es un marco conceptual unificador que utilizan los profesionales sanitarios tanto en contextos 1 por 1 como en grupos. Las 5 Aes corresponden en inglés a Assess, Advise, Agree, Assist y Arrange (valorar, aconsejar, acordar, ayudar y organizar). Básicamente, se trata de un conjunto de estrategias conductuales para animar a los pacientes a asumir la autogestión, entre las que se encuentran las siguientes:

Estas actividades, que no van necesariamente en línea con cada paso de forma secuencial, se han aplicado a intervenciones de atención primaria para una gran variedad de comportamientos (20-22).

El objetivo de las 5 Aes es desarrollar un plan de acción personalizado y colaborativo que incorpore objetivos conductuales concretos y un plan específico para superar las barreras y alcanzar esos objetivos. Las 5 Aes son elementos interrelacionados que no están diseñados para utilizarse por separado, y se obtendrán mejores resultados si se utiliza una combinación de intervenciones, especialmente, en los casos complejos (23).

Las asociaciones profesionales y los principales hospitales han utilizado el principio de las 5 Aes como base para su Guía de directrices para las mejores prácticas basadas en la evidencia a la hora de ofrecer apoyo a la autogestión para adultos con enfermedades crónicas (24) y de tratar a niños que padecen enfermedades crónicas (25).

Entrevista motivacional

La entrevista motivacional (EM) es un método de comunicación dirigido y centrado en el paciente que se usa en el apoyo a la autogestión con el fin de mejorar la motivación para cambiar el comportamiento analizando y resolviendo la ambivalencia (26-27). Con la difusión generalizada de una innovación compleja como es la EM, es probable que se produzca una reinvención que refleje la manera de entender y el estilo propio de los médicos, y esta reinvención podría añadir o eliminar elementos esenciales. Miller y Rollnick (28) aportan luz acerca de lo que es y lo que no es EM, concretamente, afirman lo siguiente:

Un reciente metaanálisis realizado por Rubak (29) valoró la eficacia de utilizar la EM con pacientes que padecían varias enfermedades. Descubrieron que la EM producía efectos importantes en algunos ámbitos (índice de masa corporal, colesterol total en sangre, presión sanguínea sistólica), pero no en otros (número de cigarrillos fumados al día y niveles de A1C).

Lewin et al (30) recomendaban que se utilizara la EM para asesorar a los pacientes y sus familiares acerca del cambio de comportamiento respecto a la salud. La EM puede ser eficaz en encuentros breves de menos de 15 minutos, aunque la dosis de eficacia depende de cada caso particular, y se da por hecho que incrementar el uso de esta técnica mejora la probabilidad de obtener resultados favorables (28). Mientras tanto, algunos estudios han demostrado una eficacia mayor cuando se combina con otros métodos de tratamiento (31). La EM obtiene mejores resultados que el asesoramiento tradicional para una amplia variedad de problemas conductuales y enfermedades aproximadamente en el 80% de los estudios (29).

Hay estudios que demuestran que cualquier profesional sanitario con una formación adecuada (por ejemplo, un médico, una enfermera, un psicólogo o un dietista) puede aplicar con éxito la EM a sus pacientes (29). Miller y Rollnick (28) reconocen que la mayoría de profesionales de la salud aprenden acerca de la entrevista motivacional de forma autodidacta o en talleres intensivos de una o dos horas, y afirman que, aunque este método clínico es sencillo, no es fácil llegar a dominarlo, sino que se necesita una práctica continuada con el feedback y el estímulo de guías expertos para facilitar tanto la aplicación de la técnica como la comodidad a la hora de aplicarla.

A pesar de la promesa de que la técnica favorece el cambio de comportamiento, hay algunos estudios controlados que cuestionan su eficacia para tratar problemas de salud  (32,33). Este punto de vista es coherente con el de Bodenheimer y Grumbach (34), que consideran que la eficacia de la EM para aumentar la actividad física y gestionar enfermedades crónicas aún no es concluyente.

El programa Flinders (anteriormente, modelo Flinders)

El programa Flinders (35) se desarrolló en la Flinders University de Adelaida, al sur de Australia. Este modelo permite al médico utilizar la medición a lo largo del tiempo para hacer el seguimiento de los cambios. Se compone de tres fases principales, que son las siguientes:

Los investigadores han analizado elementos concretos del programa Flinders (36,37) y hay proyectos de prueba que han investigado la eficacia del programa cuando se aplica en su totalidad. Estos proyectos piloto, parte de la Iniciativa de Autogestión de la Enfermedad Crónica que se aplica en toda Australia, investigaron la diabetes en comunidades aborígenes rurales (38), la salud mental (39) y a pacientes en rehabilitación respiratoria (40), y obtuvieron unos resultados alentadores, tanto desde el punto de vista estadístico como clínico.   

Apoyo a la autogestión por parte de profesionales sanitarios y pacientes

La forma más familiar y habitual en que se ofrece el apoyo a la autogestión basada en la evidencia es a través de programas especialmente diseñados que aparecieron durante la última década. Entre ellos se encuentran tanto programas generales como específicos de una enfermedad concreta que llevan a cabo profesionales de la salud o personas no especialistas (11, 41-43). Si echamos un vistazo rápido a la bibliografía reciente sobre el tema percibiremos un crecimiento en el desarrollo, alcance y valoración de estos programas, y veremos que hay programas para: adultos y niños con asma (44-46), cáncer (47), EPOC (48), VIH (49), bulimia nerviosa (50), enfermedad renal crónica (51), insuficiencia cardiaca congestiva (52), demencia (53), visión deficiente (54), degeneración macular (55), salud mental (56) e infarto cerebral (57). Además, el National Council on Aging (Consejo Nacional sobre el Envejecimiento) de Estados Unidos también ha recomendado varios programas basados en la evidencia, entre los que se encuentran los siguientes: Programa de autogestión de enfermedades crónicas (42), Mejorar el bienestar (58), Mejorar el fitness (59), Elecciones activas (60), Vivir activamente cada día (61), Fuerzas para vivir, una cuestión de equilibrio (62), IDEAS saludables (63), Prevención y gestión de problemas con el alcohol en personas mayores: Una intervención breve  (64). Estos programas han demostrado su eficacia en una amplia variedad de contextos para personas que padecían diferentes tipos de enfermedad y para personas de diferentes culturas y grupos socioeconómicos (65).

McGowan y Lorig (66) han publicado un estudio exhaustivo de los puntos fuertes y débiles relacionados con los parámetros del programa, utilizando como líderes de grupo tanto a profesionales o como a personas no especialistas, aplicando programas específicos para una enfermedad o programas genéricos,  y teniendo en cuenta programas en grupo o individuales.  

Estos programas de autogestión ofrecen información básica, enseñan habilidades específicas y utilizan estrategias para aumentar la confianza de los pacientes en su capacidad para gestionar su enfermedad (67). Entre las habilidades específicas se encuentran las siguientes: a) resolución de problemas (aprender a identificar un problema, generar posibles soluciones, implementar una solución y evaluar los resultados); b) toma de decisiones (aprender a identificar las señales de alerta cuando estén tratando sus síntomas, tener instrucciones claras sobre lo que hay que hacer y hacer las elecciones adecuadas para gestionar sus síntomas de la forma apropiada; c) utilización de recursos (aprender a buscar recursos y a utilizarlos eficazmente); d) relaciones paciente-proveedor (aprender a establecer relaciones con proveedores de salud, y e) actuación (aprender a implementar un comportamiento específico con el fin de conseguir un objetivo. Los pacientes aprenden a hacer esto estableciendo planes de acción a corto plazo, realistas y realizables). Los planes de acción son una fuente útil para adquirir conocimientos y para fomentar hábitos para mejorar la salud, especialmente cuando permiten a los pacientes identificar los síntomas clave y las intervenciones necesarias para calmarlos, e incluyen consejos acerca de cómo resolver los problemas más habituales y hacer frente a las crisis.

Los programas de autogestión suelen emplear varias estrategias para mejorar la autoeficacia del paciente a la hora de tener un comportamiento concreto en el futuro. Bandura (68) definió la autoeficacia como los juicios de cada individuo sobre sus capacidades para organizar y ejecutar sus actos de modo que le permitan alcanzar el rendimiento deseado (p.391). La opinión principal acerca del papel de les creencias sobre la auteoeficacia es que el “nivel de motivación, los estados afectivos y las acciones de las personas se basan más en lo que creen que en lo que es verdadero desde un punto de vista objetivo”69). El proceso de desarrollar objetivos a corto y a largo plazo, que se conoce como dominio guiado, es el principal medio para desarrollar y ampliar las competencias conductuales (68), y es una técnica eficaz para aumentar la autoeficacia de los individuos. Existen otras estrategias para aumentar la autoeficacia utilizadas en programas para grupos, que son: creación de modelos (es decir, personas que padecen enfermedades crónicas son las que conducen el programa), reinterpretación de signos y síntomas fisiológicos, y persuasión.    (

 

Un marco global que resulta útil para planificar y valorar el impacto de los programas de autogestión y que tiene en cuenta diferentes fases del desarrollo y la divulgación del conocimiento es el marco Alcance, Eficacia, Adopción, Implementación y Mantenimiento (RE-AIM, en siglas en inglés). (4,70). Las cinco dimensiones de RE-AIM se basan en el trabajo conceptual realizado por Rogers (71) y Green y Kreuter (72), y se centran en los aspectos siguientes:

Las valoraciones tradicionales se han centrado principalmente solo en una o dos dimensiones, desde el desarrollo del conocimiento hasta la difusión. Analizando las cinco dimensiones se obtiene una valoración más profunda, lo que ofrece más información en la que basar una decisión cuando haya que tomarla acerca de si continuar con un programa o interrumpirlo. El Stanford Patient Education Research Center (Centro de Investigación de la Educación de Pacientes de Stanford) ha tratado de forma satisfactoria los factores RE-AIM, dado que estos programas se han aplicado desde mediados de la década de los ochenta y, en la actualidad, se aplican en unos veinte países. Estos programas de autogestión se han sometido a ensayos controlados aleatorios  (41-42, 73), estudios de difusión (74), y estudios de seguimiento y análisis de costes (16), y han demostrado su validez externa al implementarse con éxito y ofreciendo resultados similares en diferentes países y tipos de población (75-80).


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